Sé que a nadie le interesa, pero procedo a explicarlo porque tengo la necesidad de explicármelo a mí misma:
No me considero feminista radical, de hecho en no pocas ocasiones he hecho evidente cierto nivel de misoginia que la gente más cercana a mí ha sabido comprender.
Me molestan las mujeres que atacan al sexo masculino como si ellos fueran el diablo, de hecho me parece hasta cierto punto que muchas mujeres feministas están enojadas con los hombres por algo que les hicieron y no, señoras, no es que a mí no me hayan hecho daño, me lo han hecho, y muchas veces, sólo que no me mueve el odio hacia los hombres, me mueve la mala educación que por siglos hemos arrastrado y que no nos permite tener relaciones sanas por el simple hecho de que los hombres y las mujeres mexicanos hemos sido formados inconscientemente para asumir roles pre establecidos que sólo nos lastiman, nos limitan y nos separan.
Desde que mis formas femeninas comenzaron a desarrollarse, he luchado por el derecho a verme sensual sin que ello haga parecer que soy una tonta, o por el derecho a verme intelectual sin que ello me haga parecer frígida, pero ¿qué creen? Es muy difícil.
Efectivamente en mi país, así como en muchos otros países del mundo, la mujer sólo puede ser una cosa: la violable o la intocable. Nada más. En mis espectáculos de cabaret, en la fotografía, a través de mi blog y en cuanto espacio tengo oportunidad, siempre he defendido la causa de que -no sólo las mujeres- todas las personas somos seres complejos que no constamos sólo de una o dos caras. Somos seres con muchas más capacidades que las de reproducirnos y cuidar a los hijos.
En los niños y jóvenes a quienes he tenido la responsabilidad de orientar desde mi profesión pedagógica, he tratado de inculcarles el respeto a la diversidad y la crítica hacia las estructuras que nos rodean. He buscado un mundo más incluyente, menos cuadrado, y por ello es que asistí a esta marcha.
Cabe recordar que en nombre de estas diferencias se han cometido muchos crímenes contra mujeres y homosexuales. Tal parece que lo femenino es tan abominable que hay que exterminarlo. Si nos concentramos más en las diferencias que nos separan, que en los sutiles detalles que nos hacen tan condenadamente humanos y tan asombrosamente similares, el mundo que estamos construyendo se convertirá en un mar de odio, de miedo, de exclusión y discriminación.
La Marcha de las Putas es una iniciativa inteligente, surgida en Canadá luego de que un policía argumentara que la vestimenta sensual de las mujeres incita a la violación. Comentarios 'inocentes' como este, reflejan el pensamiento de toda una cultura machista que está introyectada en las sociedades de muchas partes del mundo, haciendo que persista la impunidad y el abuso en contra de las mujeres.
Al grito de "Escucha, baboso, yo escojo a quién me cojo", muchas mujeres ayer, en La Marcha de las Putas, se manifestaron en contra del manoseo en el transporte colectivo, de las miradas lascivas y los piropos groseros. Otras más lo hicimos en silencio, con un pequeño escote, una minifalda o una pancarta, con un "No es No" pintado en las mejillas, la espalda, el vientre. Otras más lo hicieron con música, con parodias de canciones, letanías inventadas, desmadre. Otras más, con las fotos de sus hijas muertas.
No me considero feminista radical. Me encantan los hombres, quiero a las mujeres aunque sé perfectamente por qué de pronto me caen muy gordas, pero estoy completamente convencida de que la lucha de las feministas -porque lo soy, aunque moderada- no termina todavía. Sé que aún hay mucho por enseñar a los hombres, y a muchas mujeres también, hasta que entiendan, ya sea en esta generación o en otras, que la vida no es en blanco y negro, y que el sexo no es pecado, es una gran bendición.
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