No recuerdo cuándo fue, pero un buen día decidí que no quería ser una cabrona.
"¿Por qué los hombres aman a las cabronas?" el afamado título de Sherry Argov, contiene elementos buenos para elevar la autoestima de las mujeres. Da consejos para no ser una rogona, para no coadyuvar a que los hombres se sientan semidioses cuando nos ponemos como tapetes y en charola de plata.
Ayuda a que por lo menos las más sumisas tengan una luz y se enteren de lo erróneo que es su comportamiento. En resumen les revela que el amor no es hacerse pequeñas y elevar al hombre en un pedestal que sólo hará que lass aplaste cuando se les caiga.
Digamos que el libro es bueno, dice lo que tiene que decir un libro de autoayuda, y además está al alcance de cualquier persona porque no exige de sus lectoras un nivel académico o intelectual elevado. Por ello vale la pena conocerlo, nada más por eso. Sin embargo, esta obra que ya cuenta con más de una versión teatral, bautiza con un horrible nombre a la mujer empoderada: "cabrona".
¿Por qué? Nunca me he identificado ni me identificaré con ese término. Es grotesco, de mal gusto e impropio. Simplemente no es correcto. Una mujer que se autodenomine así, o que nombre así a su ideal femenino aspiracional, debe aprender por lo menos la base lingüística y por supuesto, la base social.
Veamos:
CABRÓN, NA (Definiciones de la Real Academia Española):
1. Dicho de una persona, de un animal o de una cosa: Que hace malas pasadas o resulta molesto.
¿Esto queremos ser? ¿Personas molestas o que hacemos malas pasadas? Yo no.
2. Se dice del hombre al que su mujer es infiel, y en especial si lo consiente. Hombre que aguanta cobardemente los agravios o impertinencias de que es objeto.
¿No que "cabrón" es el que lo puede todo? Según el diccionario, sólo es un pusilánime que permite compartir a su pareja desde el punto de vista de la sumisión, no del acuerdo equitativo. (Si no, no sería infidelidad)
3. Disgustado, de mal humor
Paso
4. Experimentado y astuto
Sólo en Cuba tiene esta connotación. La única acepción que se acomodaría con lo que una "mujer cabrona" desearía ser.
5.Macho de la cabra
Por eso los cuernos... el macho cabrío, asociado en algunas culturas con el Diablo que se vale de artimañas para conseguir lo que quiere. Por lo tanto, si el Cabrón es el macho de la cabra, la Cabrona vendría siendo algo así como una mujer convertida en macho. Tal cual.
6. Rufián que trafica con prostitutas
Gulp!
Fue María Félix, "La Doña", ícono del cine nacional por su impecable belleza física (rostro simétrico aderezado con la rebeldía de su ceja y la imperfección de su lunar en la mejilla, estatura pequeña y cuerpo petite, estereotipo de la mujer mexicana moderna: de piel blanca y cabello negro) quien inspiró a muchas mujeres de su época a dejar de ser agachonas. Un lujo que sólo se le permite a una dama si es bonita, si no, ni intentarlo. -De todas maneras, aunque seas guapa, el hombre herido siempre se sacará de la manga el clásico "¡Ni que estuvieras tan buena!" para sobajarte y vencer por encima de tu rebeldía.-
Ella inauguró el arquetipo de la mujer que no se deja, que cachetea, que escupe y sobaja al hombre, que lo seduce y luego lo humilla, que asienta sus relaciones en la base de la violencia volteada: ahora le toca a la hembra, no siempre ha de ser lo que el macho quiere, ahora se hace lo que dicen mis enaguas.
Le complementa Sara García como la abuela desalmada en su personaje inmortal de la matriarca de Los García en las películas de Ismael Rodríguez, enfundada en vestido negro, acompañada de bastón, bebiendo tequila y fumando puro, como todo un macho pero con faldas.
Desde entonces y para siempre, en nuestro país se fue polarizando la idea de que si no eres cabrona, eres pendeja. Si no eres la Félix, entonces eres la patética e insufrible Marga López. Ya era suficiente con que en México desde la Conquista, o eres Malinche, o eres Tonantzin. Y a ambas se les respeta sólo si son violentas o castigadoras, chantajistas que se comportan como diosas tiranas. No hay lugar para la diosa amorosa. Si lo eres, entonces TÚ eres quien mereces que sean violentos y chantajistas contigo. No hay medias tintas.
Para las mujeres "cabronas" es fácil despreciar a la mujer que no se adecue a sus estándares de lo que una mujer "cabrona" tiene que ser. Las cabronas se juntan con otras cabronas, y en el mejor de los casos eligen la solidaridad para seguir alardeando de que son mujeres modernas con pensamiento progresista, sólo porque son independientes económica y emocionalmente de los hombres, porque andan con quien quieren o se acuestan con quien quieren, porque se van de fiesta y toman decisiones sin pedirle permiso a nadie.
Digo que ésto es en el mejor de los casos porque a veces esta supuesta independencia sólo es aparente, sólo es un discurso, lo mismo que la supuesta solidaridad entre ellas, ya que a sus espaldas o en abiertas confrontaciones, no desaprovechan la oportunidad para descalificarse unas a otras, criticarse y echarse tierra.
Las mujeres "cabronas" difícilmente son honestas, porque han aprendido equivocadamente, que la única forma de buscar la igualdad con los hombres, es copiarles lo que a ellos les ha dado poder, y ¿por qué no?, abusan también de ello.
Estas cosas son: el abierto e indiscriminado ejercicio del sexo, la búsqueda de control a través del dinero (y del sexo también), el vanagloriarse de sí mismas y el manipular con los sentimientos, buscar la debilidad del otro y crear estrategias para conservar sus beneficios e intereses personales sin importar por encima de quién vayan.
También les han copiado a los hombres el competir unas contra otras, el hacerse las muy rebeldes, pasionales e impositivas... son celosas como los más machos, posesivas, territoriales. No les hablan a quienes consideran un peligro, las alejan, las minimizan. Todas las mujeres son unas putas, menos sus amigas y sus parientes, aunque a veces nadie se salva de ese juicio que emiten sólo si les conviene.
¿Y saben lo que es lo peor? que todo el mundo se los compra, que dado el camino que les han abierto las verdaderas Feministas, con hacer un pequeño puchero, hacerse las dignas y fraguar un berrinche, todo se les pasa, todo se les tolera "porque son mujeres", porque creen que se lo merecen todo y no están obligadas a entregar nada.
Y no me mal entiendan, no estoy diciendo que todas las mujeres que dicen ser unas cabronas, sean necesariamente unas malas personas. Todas las mujeres, cabronas y no, la tenemos difícil, sólo que si adoptamos las formas violentas de los varones, el camino se nos va abriendo, no hay que olvidar que así está estructurado todo para que funcione de esa manera. Por eso resulta dudoso otorgar mérito a todas ellas por haberse convertido en "machitas con tacones". Yo así no juego.
El problema viene cuando a la mujer "cabrona" se le acaba su teatrito y se le ve como lo que es: una persona que no ha dejado de ser insegura, de sentir miedo, de sentirse víctima de las circunstancias, de arrepentirse de mil formas por jugar un juego que sólo termina lastimándola más. A final de cuentas los hombres siguen teniendo mucho poder en este mundo imperfecto, y a veces la vida les hace ser blanco de las más crueles pasadas.
Ahí es cuando, o se "encabrona" más y sigue reaccionando como siempre lo ha hecho, o aprende poco a poco que ser una mujer que lucha por sus derechos, no debe ser una persona que se pone por encima del hombre o lo invisibiliza, sino que lo escucha, lo comprende, lo respeta y lo encamina amorosamente hacia la verdadera equidad y la armonía entre los sexos... ¿difícil? Por supuesto, y mucho.
Cuesta educarse en la idea de que el hombre no es el malo del cuento, cuesta venderse a una misma la idea de que el simple hecho de ser mujeres nos da derecho a ser tratadas como personas. Cuesta no tragarse el cuento de que estamos locas porque no somos tan serenas como los hombres. Cuesta no tragarse el cuento de que somos pendejas sólo porque no entendemos la desvergüenza, o el exceso de pragmatismo conveniente de ciertos hombres porque no nos parece natural, se nos hace inconcebible y a veces esperamos que todo sea un mal chiste. Cuesta además, no generar violencia en un mundo tan violento, no vengarse, no hacerse igual.
Cuesta mucho limpiarse de todas esas formas socialmente impuestas. Cuesta entender, cuesta que no duela... por eso es más fácil ser una cabrona que una verdadera feminista.
Feminismo no tiene nada que ver con la "cabronería femenina", misma que ha conseguido que a las feministas de corazón se nos llame feminazis, hembristas y otros términos inventados por este movimiento del neomachismo, que alega no con poca razón, que esas mujeres les han volteado la tortilla, y se la han cargado contra ellos.
Su cabronería femenina ha lastimado la imagen del Feminismo, como si nos hiciera falta que no quieran escucharnos. Las mujeres poco informadas rechazan tajantemente decirse Feministas. Dicen que sí están de acuerdo con que hombres y mujeres tenemos los mismos derechos, pero de eso, a considerarse Feministas, jamás. Como si fuera una vergüenza. ¡¡Vergüenza les debería de dar ser "cabronas"!! Y eso hasta lo presumen como si fuera el máximo orgullo de la mujer.
Ser Feminista es el verdadero orgullo. Por eso aquí hay cinco puntos para reconocer a una verdadera Feminista y sentirse orgulloso/as de conocerla, andar con ella o tener su amistad.
1. No somos violentas. Una verdadera feminista es pacifista, lo que no exime el hecho de que puedan recurrir a acciones provocativos para sacudir conciencias, tales como actos públicos o escritos irónicos que al cerebro poco entrenado pueden parecerle agresivos. Somos resistentes, necias, eso sí. No se puede esperar menos.
2. No somos posesivas. Las mujeres feministas sabemos que una pareja no es una mascota, ni un juguete, ni un esclavo, ni una propiedad. Por ello nuestra exigencia sólo radica en recibir lo mismo de vuelta: Te doy libertad, me das libertad. Te doy tiempo, me das tiempo. Te doy respeto, me das respeto. Te doy amor, me das amor. Te soy fiel, me eres fiel... etcétera. El conflicto empieza cuando no existe esa equidad. Los hombres se confunden fácilmente con la cabronería femenina y piensan que todo es premeditado para controlarles todo. No es así. Espero se entienda la diferencia.
3. No somos masculinas. O bueno, no todas. Cabe aclarar que en un afán por que esto se entienda más fácil, no he hablado hasta el momento de las parejas homosexuales, que repiten los patrones de comportamiento tanto del Hombre Macho ("cabrón"), como de la Mujer Machista (o "cabrona"), el Hombre Sumiso o la Mujer Sumisa (mal llamados "pendejos"). No obstante, lo que se entiende por características masculinas o femeninas de una persona, no son lo que nos define como Feministas. Una mujer feminista puede ser lesbiana, heterosexual, bisexual o decidir sobre su sexo como mejor le plazca. Lo mismo puede vestirse como hombre o como mujer, rasurarse o no, usar brassiere o no, maquillarse o no. También hay hombres Feministas: homosexuales y no homosexuales. Las personas feministas somos libres de estereotipos de sexo. No le vemos nada de malo a ser pasivas o activas en la cama, podemos serlo indistintamente, no le vemos nada de malo al sexo y eso no significa que por ello tengamos que ser promiscuas.
4.No somos "pendejas". Las mujeres feministas somos tolerantes, inteligentes porque hemos leído, escuchado y hasta vivido la violencia en carne propia. Somos mujeres verdaderamente experimentadas que hemos aprendido que el camino hacia la equidad es el aprendizaje continuo, la lucha contra la mala educación recibida desde hace siglos y la transformación lenta y paulatina de las conciencias. No somos tontas, sólo conscientes de que el avance no es fácil y por ello a veces aguantamos a quienes nos juzgan porque nosotras sí comprendemos de dónde viene su forma de pensar y lo duro que es el proceso para cambiarla.
5. No somos perfectas. No por tener un poco más de consciencia quiere decir que ya estamos más allá del bien y del mal. Las hay tan obsesivas, que se vuelven intolerantes a todo lo masculino, y arañan la cabronería femenina confundiéndose a sí mismas también. A veces nos llegamos a descalificar también, a competir o a castigarnos a nosotras mismas. El entorno es tan hostil que con frecuencia podemos flaquear en el intento de buscar la equidad de los sexos. Nos debilitamos, nos sentimos incapaces, nos agotamos, nos frustramos y nos deprimimos. También nos llevamos decepciones con las congéneres que se cuelan a la causa feminista desde su visión de cabronería, y acabamos lastimadas por ellas, indignadas y enojadas.
Ser Feminista es más difícil que ser una "cabrona", pero es lo más maravilloso que he encontrado. Hablar con otras feministas auténticas me abre la fe en el ser humano. Porque una Feminista es ante todo, una gran Humanista. De hecho pienso que no se puede ser Humanista sin ser Feminista porque aún queda mucho por hacer en el terreno de la igualdad de los Derechos Humanos para las mujeres, que somos catalogadas en todo el mundo como personas de segunda categoría, cuando no como objetos de lujo, placer y ornamento.
Ser Feminista a veces nos confronta con todo aquéllo que hemos hecho y que seguimos haciendo. No es cómodo encontrar incongruencias y tratar de subsanar todo aquéllo que nos haga desviar el camino, pero es una causa justa, compleja y apasionante. Ser Feminista es ser una persona valiosa.
Ser "cabrona" te devalúa, te baja al nivel del machismo más vil, y aunque una "cabrona" sea mejor vista en este país que una Feminista, aunque sea más vistosa y hasta perversamente más deseable por los hombres despistados, nunca seré una de ellas, por más que crezca mi fuerza y mi popularidad decrezca.
Ándale. Eso de la mujer cabrona no representa una amenaza para el orden establecido, ya que no está criticando las estructuras ni subvirtiendo las jerarquías, simplemente pretende suplantar en su lugar al macho alfa y convertirse en la hembra alfa. Por eso es que es más aceptada en este país y otros más (sobretodo los de herencia hispánica y latina) la figura de la mujer cabrona que la de la feminista. Porque, dicho sea de paso, las y los feministas sí critican esas formas y jerarquías del poder y eso es más temible que nada.
ResponderEliminar